domingo, 20 de enero de 2013

Profesores por maestros. El "Criterio Chejov"


Para empezar a entender de lo que vamos a hablar haré referencia a una cita del dramaturgo ruso Anton Chejov: "Las obras de arte se dividen en dos categorías: las que me gustan y las que no me gustan. No conozco ningún otro criterio." 
Nunca había leido nada tan elocuente, es una verdad como un templo, yo soy de Chejov, prometo terminarme "El jardín de los cerezos". 
Luego hay otra serie de fulanos dedicados al análisis sesudo, milimetrico y cuadriculado de las obras de arte, gente considerada conspicua por todos menos por aquellos que legitiman verdaderamente su arte, aquellos cuyos productos de su procreación son objeto del esquemático diagnóstico. Toda esta serie de gentecilla infame, no sólo se prodigan entre el ruin, vil y abyecto mundo de los críticos de arte, de los cuales ya hemos dado buena cuenta en alguna que otra ocasión y no creo que quede mucho más que decir de ellos. 
Resulta que si se mira con la cercanía que da la distancia, quiero decir, que si se mira con ojos de espia, del que sabe donde se mete, sabe pero no lo prodiga, resulta que la mayor parte de los profesores (que no maestros), de los que encontramos en la docencia de las cosas del arte padecen ese mál asociado al cuadriculamineto social. Este mal, que causa en ellos efectos parecidos a los que causa sobre los menesterosos críticos, hace que cuando un señor docente se planta delante de algo que pueda ser calificado como arte, en lugar de acudir al elocuente criterio de Chejov, saque el compás y la escuadra para cubicar exactamente, deducir, extraer, inferir, colegir, conjeturar, argüir y comentar las mil y una intenciones ocultas que el autor hizo concurrir en su obra a partir de cualquier fruslería.
Es patético y lamentable que un ser humano quiera hacer entender a otro la belleza o el atractivo de algo desmembrándolo y exponiéndolo por partes perfectamente organizadas como cuelgan en una carnicería las impolutas piezas de lo que fué una res. La necesidad de entender las cosas en su totalidad no pasa siempre por el análisis meticuloso y concienzudo de sus partes. Cuando se trata de arte las cosas funcionan más por el "Criterio Chejov", lo que ocurre es que si simplificamos el proceso, minimizamos el algoritmo intelectual para comprender la estética de un producto y asumimos que toda la basura Gestalt está en la naturaleza propia de cada ser humano y que nadie necesita que se le explique como funciona lo evidente, entonces en las escuelas de arte y pomposas universidades de bellas artes habría que excomulgar a casi todos los fulanos que la componen. Habría que cambiar a toda la falange de adocenados profesores por los escasos y eméritos maestros.